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Cerámica y ceramistas

HANS COPER
 ( 14/03/2018 )


Probablemente estamos ante uno de los ceramistas más importantes del siglo XX, Hans Coper (1920-1981) nació en Chemnitz (Alemania) en 1920 y entró en la adolescencia en 1933 con el advenimiento de los nazis al poder, como miembro de un familia judía tuvo todo tipo de problemas, en 1939 consiguió huir a Inglaterra, pero sus problemas no se acaban aquí, para los nazis era un indeseable judío y para los ingleses un enemigo alemán, por consiguiente fue detenido en 1940 e internado como un prisionero enemigo en Canadá, finalmente volvió en 1942.

En 1946 conoce a Lucie Rie, que también había huido de los nazis, en su caso de Austria, aquí empezó su carrera cerámica, ayudando a Rie con la producción de cerámica utilitaria, platos, tazas y vajillas, en 1959 consiguió montar su propio taller en Digswell, un año antes había conseguido la nacionalidad inglesa, al mismo tiempo que realizó su primera exposición individual en la Galería Primavera. En 1981 publicamos un artículo sobre su obra y vida, (pág. 45, núm. 11) y otro en la pág. 50 del núm. 20, donde quedaba claro que su cerámica se relacionaba más con el futuro, que es lo que ahora tenemos 36 años después, todo era sobriedad en sus piezas con colores suaves y sutiles, básicamente cremas, blancos y negros, dejando entrever unas rugosas texturas en las diferentes capas que aplicaba. Eran engobes más o menos vitrificados, donde dominaban el feldespato en el engobe blanco y el manganeso en los negros, en ocasiones sobre una pasta de gres compuesta de una bentonita tipo Ball clay y un caolín calcinado. Casi toda su cerámica se cocía a 1.250 º C en un horno eléctrico, destacando partes de las piezas bruñidas o pulidas y las zonas más rugosas. El torno lo usó inicialmente para ensamblar formas para después ampliar sus recursos de hechura manual a un gran virtuosismo, era meticuloso y perfeccionista. En los últimos años de su vida se concentró especialmente en la relación de forma, color, y textura, reduciendo el color paulatinamente para concentrarse en las calidades de las superficies de las piezas. Desde muy pronto abandonó la decoración y se centró en técnicas depuradas, donde se usaban pocos esmaltes y técnicas muy sencillas. Cada pieza era “única” y su exploración de formas era espectacular. En ocasiones se habla de su obra como escultura cerámica pero es sencillamente una cerámica de vanguardia, inclusive hoy en día.
Las piezas más sorprendentes por su provocación a la graveadad estaban hechas en dos piezas, unidas por las partes más estrechas, otras formas se ensamblaban con un disco colocado como remate de la forma, usando también discos entre dos piezas ensambladas, cuando encontramos dos piezas unidas con la parte superior parcialmente dividida por una hendidura vertical, mientras en otras formas aplastaba la parte superior para rematar un cilindro. Su obra se reconoce inmediatamente gracias a su poderosa identidad, sus aportaciones en expresividad cerámica y lenguajes cerámicos varios es sencillamente sorprendente. Sin duda, una figura icónica de la cerámica de todos los tiempos. No se podría hablar de la vanguardia cerámica del siglo XX sin mencionarle expresamente. Paradojas de la vida, después de una vida de infortunios y estrecheces, cuando murió sus cerámicas alcanzaron una cotización sin parangón, principalmente en las subastas, actualmente es la Galería Erskine, Hall & Coe la que mejor promociona su cerámica (www.erskinehallcoe.com).
Para saber más sobre la obra cerámica de Hans Coper véase Revista Cerámica pág. 57, núm. 7; pág. 45, núm. 11; pág. 50, núm. 20; pág. 61, núm. 29; pág. 46, núm. 41 y pág. 13, núm. 130.

Antonio Vivas

Fotos, Piezas de Hans Coper

 


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